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UNA
IMPRESIÓN
¿Podría
llegar a ser sólo un detalle el hecho de que tres de cuatro son
mujeres? No lo creo, aunque quisiera –y supongo que ellas también–
que la música estuviera siempre como el elemento protagonista. De
todas formas me parece que aludir a lo curioso que resulta en el
medio chileno la existencia de una (nueva) banda compuesta por tres
hermosas doncellas, más aún si se trata de un grupo con tal nivel
de carácter y convicción, no es un punto que se contradiga con el
resultado musical, encantadoramente primitivo y visceral. Por alguna
misteriosa razón, siempre resulta un verdadero goce observar cómo
tocan sus instrumentos. Cómo pulsan las cuerdas del bajo, cómo golpean
los parches de la batería y especialmente el del bombo. O cómo se
acercan al micrófono para vociferar sardónicas frases en las que
se mofan de la “inteligencia” de sus hermanos y de la “cordura”
de sus padres. Era su primer contacto con un medio de comunicación
y lo dijeron en la conversación, también registrada aquí. Temían
decir estupideces y no las dijeron. Fueron lo que son: un grupo
con un carisma natural, sin sobreactuaciones pero con una descarga
de energía impresionante. Y no temen diseminarla por el aire en
forma de ondas sonoras, de ésas que estremecen los pequeños huesesillos
de nuestras orejas –con ridículos nombres que nos enseñan en el
colegio– porque vienen recubiertas con potentes distorsiones sacadas
de algún disco post punk. Me quedó claro que también odian los clisés
y tal vez detesten algunas de las frases precedentes. Razón tendrían,
pues al final siempre es la música, y sólo la música, la que puede
hablar por sí misma.
Arturo Figueroa B.
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